Francisco Antonio Zea, que no había estudiado letras sino botánica, fue el primer redactor del Correo del Orinoco, fundado como él dice en su editorial en las inmensas soledades del Orinoco.
Ciertamente, Angostura, fundada en 1764, donde se editaba
el semanario de los patriotas, era prácticamente una ciudad remota perdida en
la selva que se extiende al sur del gran río padre de todos los ríos de
Venezuela.
Zea
vivía y despachaba en una de las casas entorno a la plaza mayor y bajaba todos
los días a dialogar con Andrés Roderick y a entregar y revisar el material del
periódico.
Su
responsabilidad era mayor pues además de la redacción del Correo, ejercía la
presidencia del Congreso de Angostura y la Vicepresidencia de
la República
y mayor aún cuando el Libertador lo dejaba encargado de la presidencia mientras
andaba en campaña.
Zea
vivió en Angostura hasta enero de 1820 cuando viajó a Europa a cumplir una
misión diplomática muy importante, entonces el Congreso de
Angostura le concedió tanto a él como a su esposa e hijos de éste, una propiedad por valor
de cincuenta mil pesos, o su equivalente
en efectivo, antes de su viaje oficial a
Europa, en vista “de los peligros y males a que se va a exponer, y en atención, a la justicia de la solicitud, méritos,
servicios y virtudes del señor Zea, su infatigable celo y amor por la
estabilidad de la República,
sus constantes tareas a este objeto”.
La necesidad de fortalecer las
relaciones exteriores y obtener empréstitos para organizar la República, llevaron al
Libertador a comisionar a Zea para una misión diplomática ante la Santa Sede y los
gobiernos de la Gran
Bretaña, Suecia, Países Bajos y Francia.
Los amplios poderes otorgados a Zea
por el Congreso, lo facultaron para designar diplomáticos residentes o
extraordinarios en las naciones que dieran el reconocimiento de la
independencia de Colombia, y en la misma forma, la contratación de un
empréstito que no excediera de 5.000.000 de libras esterlinas, para cubrir las
deudas de la guerra, fomentar la agricultura y el adelanto material del
país en su etapa inicial de organización
y consolidación.
La misión tuvo dificultades en sus
gestiones diplomáticas en la
Gran Bretaña, entre otros factores, porque a su llegada fue asediado por
numerosos acreedores de Colombia, entre ellos, Charles Herring, William Graham
y otros quienes reclamaron el pago de las deudas contraídas por la obtención de
materiales de guerra, barcos para la armada y organización de la Legión Británica
En un ambiente poco favorable para
solicitar ayuda financiera, Zea realizó gestiones para nuevos empréstitos, los
cuales fueron desaprobados por el gobierno por sus condiciones desventajosas
debido a los altos intereses y al descuento inicial del 20 por ciento.
Durante esa misión diplomática,
en 1822, murió no sin antes haber pasado por los sinsabores propios de una
época en la que la lucha de los patriotas venezolanos dependía en parte de los
préstamos y ayuda de los ingleses.
Zea,
quien también era botánico, había nacido en Medellín en 1770. Quince años más tarde terminó sus estudios de
Filosofía y Teología y poco después se incorporó al Jardín Botánico de Bogotá,
donde terminó su carrera.
A la edad de diecinueve años Zea sentía arder
dentro de sí el sentimiento de libertad que estallaba en otros hombres de su
patria como Mariño. Animado por ese
fuego firma la declaración de Los Derechos del Hombre y es desterrado a la península. Allí transcurren 20 años y llega a ser
Director del Jardín Botánico de Madrid y profesor de Ciencias Naturales, la que
abandonó para integrar la Junta
de Bayona, conservadora de los Derechos de Fernando VII y luego la prefectura
de Málaga. Más, siempre pensaba en
América, colonizada y aherrojada y a ella volvió con la Expedición de los Cayos
para ocupar los más prominentes y honrosos cargos de la Tercera República.
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