viernes, 1 de febrero de 2013

Primer Salón Talla del Azabache




En junio 2002 con auspicio de la Gobernación del Estado, el Museo de Ciudad Bolívar en la casa del Correo del Orinoco abrió el Primer Salón Venezolano de la Talla del Azabache con la participación de una buena gama de escultores nacionales y extranjeros.
            Para las piezas concursantes se estableció un formato mínimo de 10 centímetros y máximo de 20, y como temas la flora y la fauna de Venezuela.  Concurrieron 32 artistas, unos del Estado Bolívar y otros  formados en el taller de orfebrería de Alexis de la Sierra y en cursos de artes plásticas de Caracas.  Del conjunto sólo uno no fue aceptado por no llenar las condiciones requeridas.
            Actuaron como jurado los críticos Carlos Silva, Perán Erminy, Ion Pervilac y Rafael Pineda en calidad de curador. El primer premio a la pieza ganadora (en la foto),  fue otorgado a Liliana Benítez de Fernández; el segundo, a Haydee Pérez Criollo y Menciones Honorificas a Adolfo Calzadilla, Mayota Gómez, Olga Karschunon, William López y Ramón Morales Rossi.
            El año siguientes (2003), pero en el mes de septiembre, se realizó el II Salón Venezolano de la talla de Azabache, también auspiciado por la Gobernación del Estado con el siguiente catálogo de obras: “Nuestra Etnia sueña sobre el Orinoco, del artista Jesús Alcorser; “El Mulo Toribio” de José Arboleda Ruiz (Mención Honorífica);  “Negro y Blanco – Blanco y Negro”, de Liliam Benítez de Fernández (invitada de honor); “El Ángel de la Mujer” de Adolfo Calzadilla (Invitado de honor),  “Diosa del Orinoco”, de Alexis Campos (Mención Honorífica); “El Elefante de Maracay”, de Ángel Carrasco y “Avíspate Tío Tigre”, de Susana Gil (Mención Honorífica.
          El Gobierno regional, de otro signo, no quiso auspiciar el III Salón y es doloroso que así fuera porque el azabache o lignito asociado a la prehistoria de Guayana ha tenido a través del tiempo un significado artesanal y mágico de invocación maternal.
            Los guayaneses, desde tiempo inmemorial reconocen sus bondades como amuleto contra las malas energías.  Es una creencia ancestral extendida al Oriente y otras  partes de Venezuela.  
El azabache, variedad del lignito, es producto de la petrificación de varias maderas, entre ellas el Caramacate, que es de corazón muy oscuro. (Caramacate se llama el primer libro de Horacio Cabrera Sifontes).
Adolfo Calzadilla, tallador bolivarense y uno de los concursante premiados en el Salón abierto por el Museo de Ciudad Bolívar, considera que el azabache es un amuleto natural que no necesita ser rezado, para proteger a las personas, y que se utiliza para contrarrestar el mal de ojo que son energías negativas absorbidas por las mentes más débiles que son las de los niños.
Según Calzadilla, el arte de hacer creaciones con el azabache no es simple.  No significa tomar una parte de ese material fósil y utilizar algunos instrumentos para lograr elaborar los tradicionales puñitos, crucifijos u otro dije. Ser azabachero consiste, además, en profundizar los conocimientos sobre ese mineral.
El Azabache ha sido para él además de un material de expresión artística, un medio de vida que por otra parte identifica al estado Bolívar por tradición; por eso, cuando se habla de este fósil surge como referencia natural el Estado Bolívar, Río Negro, Amazonas.
En exploraciones realizadas por buzos en los ríos Orinoco y Negro se encontraron piezas utilitarias que dan cuenta del azabache como elemento cultural primitivo.
Calzadilla aprendió la técnica de labrar o modelar el Azabache, observando frecuente en Sabana Grande, Caracas, la habilidad manual con que algunos artesanos tallaban la madera.  Entonces se dijo por qué la madera y no el azabache e hizo el ensayo basado en el conocimiento que tenía del dibujo técnico.  Él concursó en el Primer Salón con “La Orquídea” que le mereció una Mención Honorífica.

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