miércoles, 23 de enero de 2013

Rafael Pineda y su Museo



Rafael Pineda solía recordar que en uno de los viajes de la campaña para la formación del Museo de Ciudad Bolívar, un periodista le preguntó en el Aeropuerto ¿Cómo se hacía un museo?  La respuesta le salió al rompe: “Pues con una caja de herramientas”.
            Ciertamente, el Museo es una obra hecha con todas las herramientas posibles, incluyendo las que uno jamás se imagina, capaces de incitar la buena suerte, suscitar la buena voluntad e imantar la generosidad de mecenas y artistas.  Todos ellos hicieron posible que lloviera donaciones sin tener espacios para depositarlas o exponerlas, por lo que hubo que habilitarse como Hogares de cuidado las casas de doña Mercedes de Natera, Andrés Ernesto Bello Bilancieri, y Rosario Agosto Méndez.
            La ciudad carecía de un museo y era la oportunidad.  El Museo Talavera, creada en 1941 al cumplir cien años la Catedral, por el obispo Miguel Antonio Mejía y el doctor José Gabriel Machado, había sido una hermosa realidad, pero fracasó de manera escandalosa, de modo que había que llenar el vacío y éste, evidentemente, empezó a llenarse  cuando el Maestro Jesús Soto tuvo la magnífica idea del Museo de Arte Moderno.  Entonces de esa manera se abrió una brecha que ha sido ampliándose con la creación del Museo de Ciudad Bolívar en la casa del Correo del Orinoco, el Museo de Geología y Minas de la UDO y el Museo Etnográfico que, a pesar de haber sido diseñado y dotado de la forma más exigente, viene funcionando un poco clandestino, seguramente por falta de una buena y sostenida promoción.
            Rafael Pineda (Rafael Ángel Díaz Sosa),  guasipatense desde el 17 de enero de 1926, poeta, ensayista, periodista, crítico, biógrafo, compilador y traductor, graduado de periodista en la Universidad Central de Venezuela, de literato en la Universidad de Carolina del Norte y de Historiador de Arte en el instituto Superior de Roma, Florencia, Venezia y Ravena, autor de cincuenta libros, es el padre de esta criatura llamado Museo de Ciudad Bolívar y a él le preguntamos si consideraba al museo su mejor obra.
            Pues bien.  Pineda no es de los que reducen lo que hayan podido hacer a una connotación particular, en este caso, al Museo.  Por el contrario, sostiene que todo cuanto a hecho, en realidad es una sola obra.  Todo forma un solo ensamblaje y siempre que hace algo, sobre ese algo converge toda la experiencia, todo el conocimiento de que se ha podido alimentar haciendo una y otra cosa.
            El Museo se reabrió con aportes importante del Gobierno regional y no se quedó allí para la mera contemplación.  La Dirección a cargo de Marlene Wulf elaboró una programación con énfasis en exposiciones, conferencia y elaboración de un buen catálogo con la colaboración del Conac.
            En busca de mayores espacios, a mediado de año y en dirección hacia esa necesidad, una representación del Conac y gobernación visitó las obras inconclusas del Centro de las Artes en la avenida 5 de julio.  Entonces se habló de un proyecto que nunca se concretó.
            Después de haber hecho una inversión tan grande allí, es doloroso que se pierda.  Claro que rematar una construcción de ese tipo cuesta hoy un ojo y parte de otro, pero de todas maneras hay allí unas bases para hacer un edificio de espanto.
            Junto a esto vino por suerte un decreto de protección al patrimonio, aprobado por el Congreso Nacional en 1998 y en él fue incluido el Museo de Ciudad Bolívar.  Con este decreto que Pineda saludó como bendito, creía que se solucionaría el problema de espacio que sufre el Museo para poder exhibir la totalidad de su patrimonio.  Pero ya vemos, ni siquiera el Gobierno dispone de recursos para corregir las goteras que inundan las salas en época de lluvia.
            

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